Post by Ter on Apr 20, 2006 5:15:29 GMT -5
Fecha de nacimiento: 09/12/78
Lugar de nacimiento: Buenos Aires, Argentina
Lugar de residencia: Buenos Aires, Argentina
Altura (m.):1.75
Peso (kg.):70
Mano con la que juega: Derecha
Profesional desde: 1996
Títulos obtenidos en Singles: 3
Gastón Gaudio es el tercer hijo de Norberto y Marisa. Nació el 9 de diciembre de 1978 en una clínica de Adrogué y a los 6 años, incentivado por su hermano mayor Diego, dejó el equipo de rugby del Barker College de Lomas de Zamora y comenzó a probar con el tenis en el club de Temperley, el mismo que el domingo pasado se llenó de emoción para verlo ganar en Roland Garros.
Marisa, la mamá, fue la encargada de acompañarlo, junto con su hija menor, Julieta, a cada lugar en el que le tocaba jugar. Su papá había desistido de tal empresa porque los nervios lo dominaban y no aguantaba verlo desde la tribuna.
Su primer profesor, el que le enseñó cómo agarrar la raqueta y dar los primeros golpes fue Luis Aguilera, que en los ratos de descanso le hablaba siempre del mundo de los grandes certámenes. Como buen entrenador enseguida se dio cuenta de que ese chico tímido, que sonreía y se entregaba con entusiasmo en la cancha, era un potencial talento. En especial le llamaba la atención su revés a una mano.
“Gané Roland Garros, eso no me lo quita nadie en el mundo, es demasiado fuerte, una sensación única que me permitirá disfrutar del tenis como nunca antes”. G. G.
Por ese entonces comenzó a hacerse conocido como “el Gato”, pero en su círculo íntimo y familiar siguió y sigue siendo “Gasti”. Deportista nato, Gaudio jamás pudo abandonar del todo su otra pasión, el fútbol, que de tanto en tanto practica con amigos en su casa, ubicada en un coqueto barrio privado de Hudson. Es archiconocido por la hinchada de Independiente, club del que es apasionado hincha, a tal punto que cuando está fuera del país sigue toda la información de los resultados a través de Internet. Los domingos que pasa en la Argentina preserva un rito con características casi religiosas: asado con familia y amigos y luego caravana hacia la cancha en la que juegue Independiente. Tal es su fanatismo que jugadores y técnicos ya se acostumbraron a verlo en los vestuarios y los hinchas lo saludan y le dedican cantitos. Incluso su ídolo, Ricardo Bochini, dijo: “Me gusta cómo juega Gaudio, tiene esa profundidad que me encanta”.
“Cumplí mi sueño personal, estoy agradecido a la vida, pero ahora me quedan dos objetivos por cumplir: ganar la Copa Davis y una medalla en los Juegos Olímpicos de Atenas”. G. G.
Su debut profesional se produjo en 1996, año en el que llegó a ser número 2 junior, y que coronó ganando un torneo en Uruguay.
En 1998 llegaron los títulos de los Challengers de Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia y Santiago de Chile y fue finalista en el de Belo Horizonte. Además salió campeón del Future España 2 y quedó segundo en el Satélite Chile1. En 1999 siguió jugando Challengers y continuó con su buena racha: se coronó en Niza y en Espinho. Ese año llegó por primera vez a Roland Garros gracias a los dos mil dólares y al pasaje de avión que el también jugador Hernán Gumy puso de su bolsillo para que viajara. Gaudio fue eliminado en la tercera ronda, pero de todos modos fue el argentino que llegó más lejos en esa edición del prestigioso torneo.
En 2000 alcanzó las semifinales del ATP de Santiago y del Masters Serie de Montecarlo. Ese año también fue campeón del Challenger de Braunschweig, hizo final en Stuttgart –perdió con Franco Squillari– y semifinales en Gstaad. Muchos comenzaron a mirarlo con detenimiento: su nivel técnico era espectacularmente brillante y asombraban sus declaraciones sin guión y fuera de todo lo que se supone “políticamente correcto”. Su físico, sumamente trabajado, comenzó también a capturar las miradas de las mujeres que asistían a los torneos. Su metro setenta y cinco y sus setenta kilos, junto con ese andar desgarbado, cautivaban a la platea femenina a tal punto que una admiradora francesa pasó meses consiguiendo datos de su ídolo para crear una página en Internet.
Lo más destacado de la temporada 2001 fue lo logrado en la Copa Davis: subió con Argentina al Grupo Mundial. En lo personal llegó a la final de Viña del Mar –perdió con Guillermo Coria en aquel primer gran encuentro que marcaría su ríspida relación desde entonces– y a las semifinales de Buenos Aires.
“Yo no soy nadie para darle un consejo a Guillermo Coria, pero desde mi experiencia, después de todo lo mal que lo pasé en Málaga, lo único que le puedo decir es que la vida da revanchas y que siempre da una vuelta más. Eso es lo que me pasó a mí”. G. G.
Los primeros dos títulos de su carrera los consiguió en semanas consecutivas: Barcelona y Mallorca 2002. También fue finalista en Gstaad y semifinalista en Amersfoort y Kitzbuehel. Con Argentina alcanzó las semifinales de la Copa Davis –perdieron en Moscú con Rusia–.
Pero había algo que fallaba. En su ánimo y temperamento las cosas no funcionaban tan bien. Por eso decidió hacer terapia. Lo guiaba la necesidad de poner en orden las prioridades de su vida, fortalecer la confianza en sí mismo y aprender a disfrutar del juego. Y según los resultados obtenidos, allí estuvo la clave: por fin Gastón había aprendido a sonreír en los momentos más difíciles y cuando todo parecía estar en contra. Justamente ahí el tenista se detenía para recordarse que esa cancha, el rival y toda esa gente eran parte de un juego que él había elegido jugar.
Ese año el público argentino tuvo oportunidad de disfrutarlo en sus actuaciones como local en la Copa Davis. Trece triunfos en canchas argentinas lo convirtieron en ídolo e incluso se dio el gusto de regalarle su remera a Diego Maradona, que desde la tribuna lo alentaba.
En marzo de 2003 trepó al puesto N°19 del mundo, su mejor ranking. Arribó a semis en Viña del Mar, Buenos Aires, Masters de Hamburgo y Gstaad. Nuevamente llegó a semifinales de la Copa Davis con su país, pero en esa oportunidad cayó en Málaga frente a España. Esas derrotas le valieron el apodo de “pecho frío” y hasta el presidente de la Asociación Argentina de Tenis, Enrique Morea, dijo: “Así no se puede jugar”.
Fueron momentos duros en los que Gastón pensó en abandonarlo todo y dedicarse a otra cosa. Pero entonces su familia y su entorno formaron un dique de contención y apoyaron al tenista.
Importante papel desempeñó en esos crispados días su entrenador, Franco Davín, que llegó luego de haber sido preparado en sucesivas temporadas por Jorge Gerosi, Javier Frana, Horacio De la Peña, Tony Pena y Martín Jaite. Junto a Gaudio y Davín, el preparador físico Fernando Aguírrez terminó de consolidar “el equipo”.
“Pensé en retirarme setenta millones de veces. A veces sufro tanto en una cancha que desearía irme”, confesó en más de una oportunidad. A principios de 2004 obtuvo el título de dobles de Viña del Mar en pareja con Juan Ignacio Chela.
Todo esto forma parte de su historia… Después llegó la soleada tarde de París del pasado 6 de junio. Ese día cambió todo. Exactamente a las 18.47 Gastón Gaudio hizo realidad su máximo sueño. En una de las finales más apasionantes y “abiertos” de los últimos tiempos, el “Gato” levantó dos match points y derrotó a Guillermo Coria por 0-6, 3-6, 6-4, 6-1 y 8-6. En la primera final grande entre argentinos, imitó, nada menos, que a su maestro de toda la vida, Guillermo Vilas, que le entregó la copa. “Juego al tenis por vos”, le confesó al oído el “Gato” en la ceremonia de premiación del abierto de tenis de Francia. Su premio contante y sonante fue de 860 mil euros, pero hay algo más: Tal como consta en los registros de la ATP hasta la fecha Gaudio lleva ganados 3.552.598 dólares.
Ese fue el final de una breve pero intensa estada en París donde Gaudio, rodeado por Davín y Aguírrez, comenzó por fin el arduo proceso de armarse como campeón.
La rutina fue estricta: cenas en el Hotel California, donde primaba la buena atención y el relax. Franco durmió en su habitación para controlar de cerca al “Gato”, que a veces solía despertarse en la madrugada con ganas de chatear, petición que era inmediatamente denegada. El equipo (Gaudio, Davín y Aguírrez) cumplía estrictamente los horarios: cenaban alrededor de las 21 en el restaurante Plaza Berri, sobre Champs Elysées, y luego a dormir. El desayuno se servía entre las 9 y las 10. Luego a entrenar duro. Solo el backgammon era admitido como vehículo de escape. Otro detalle a tener en cuenta: en la computadora de Gaudio sonaba todo el tiempo la música dance, funk y soul que tanto le gusta, además de una última incorporación: “Me copó la fusión de tango con electrónica, como ‘Bajofondo’”, dijo el campeón.
Según trascendió –por cábala y para no alterar el orden–, Gaudio les pidió a sus familiares que no lo fueran a ver en las finales. “Preferí hacer como en los partidos anteriores, ellos saben que están conmigo en mi corazón”, dijo. Su novia, la modelo Natalia Forchino, que lo había acompañado en Düsseldorf, se volvió a Buenos Aires. Con ella se mantuvo en permanente contacto telefónico hasta su arribo a Buenos Aires.
Sí llegó a París, para la semifinal del viernes, su amigo Martín, una especie de cábala: estuvo presente en los tres títulos del “Gato” (Barcelona y Mallorca 02, y en éste). Durante el torneo, Gaudio también fue seguido por su amigo millonario, el italiano Olindo Giacobelli, un ex piloto de Jaguar de 54 años.
Con Davín, Aguírrez, Martín y don Giacobelli, Gaudio compartió una fiesta privada en el pub L’Avenue. Antes había estado cinco minutos en la embajada Argentina, sobre Avenue Foch, para celebrar el título junto a sus compatriotas.
Y disfrutar parece ser lo que mejor le sale a Gaudio por estos días. Al arribar a Buenos Aires dijo: “Sonreír me ayudó mucho para seguir adelante, para superar el mal momento que pasé en los dos primeros sets, donde Coria me superó claramente. Hasta ese momento yo estaba sufriendo. De ahí en más empecé a disfrutar un poco más de la final”.
El “Gato”, de Temperley a París. De ser número 44 en el ranking mundial a estar entre los diez mejores del mundo.
El “Gato” que aprendió a reírse para conjurar los miedos.
Lugar de nacimiento: Buenos Aires, Argentina
Lugar de residencia: Buenos Aires, Argentina
Altura (m.):1.75
Peso (kg.):70
Mano con la que juega: Derecha
Profesional desde: 1996
Títulos obtenidos en Singles: 3
Gastón Gaudio es el tercer hijo de Norberto y Marisa. Nació el 9 de diciembre de 1978 en una clínica de Adrogué y a los 6 años, incentivado por su hermano mayor Diego, dejó el equipo de rugby del Barker College de Lomas de Zamora y comenzó a probar con el tenis en el club de Temperley, el mismo que el domingo pasado se llenó de emoción para verlo ganar en Roland Garros.
Marisa, la mamá, fue la encargada de acompañarlo, junto con su hija menor, Julieta, a cada lugar en el que le tocaba jugar. Su papá había desistido de tal empresa porque los nervios lo dominaban y no aguantaba verlo desde la tribuna.
Su primer profesor, el que le enseñó cómo agarrar la raqueta y dar los primeros golpes fue Luis Aguilera, que en los ratos de descanso le hablaba siempre del mundo de los grandes certámenes. Como buen entrenador enseguida se dio cuenta de que ese chico tímido, que sonreía y se entregaba con entusiasmo en la cancha, era un potencial talento. En especial le llamaba la atención su revés a una mano.
“Gané Roland Garros, eso no me lo quita nadie en el mundo, es demasiado fuerte, una sensación única que me permitirá disfrutar del tenis como nunca antes”. G. G.
Por ese entonces comenzó a hacerse conocido como “el Gato”, pero en su círculo íntimo y familiar siguió y sigue siendo “Gasti”. Deportista nato, Gaudio jamás pudo abandonar del todo su otra pasión, el fútbol, que de tanto en tanto practica con amigos en su casa, ubicada en un coqueto barrio privado de Hudson. Es archiconocido por la hinchada de Independiente, club del que es apasionado hincha, a tal punto que cuando está fuera del país sigue toda la información de los resultados a través de Internet. Los domingos que pasa en la Argentina preserva un rito con características casi religiosas: asado con familia y amigos y luego caravana hacia la cancha en la que juegue Independiente. Tal es su fanatismo que jugadores y técnicos ya se acostumbraron a verlo en los vestuarios y los hinchas lo saludan y le dedican cantitos. Incluso su ídolo, Ricardo Bochini, dijo: “Me gusta cómo juega Gaudio, tiene esa profundidad que me encanta”.
“Cumplí mi sueño personal, estoy agradecido a la vida, pero ahora me quedan dos objetivos por cumplir: ganar la Copa Davis y una medalla en los Juegos Olímpicos de Atenas”. G. G.
Su debut profesional se produjo en 1996, año en el que llegó a ser número 2 junior, y que coronó ganando un torneo en Uruguay.
En 1998 llegaron los títulos de los Challengers de Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia y Santiago de Chile y fue finalista en el de Belo Horizonte. Además salió campeón del Future España 2 y quedó segundo en el Satélite Chile1. En 1999 siguió jugando Challengers y continuó con su buena racha: se coronó en Niza y en Espinho. Ese año llegó por primera vez a Roland Garros gracias a los dos mil dólares y al pasaje de avión que el también jugador Hernán Gumy puso de su bolsillo para que viajara. Gaudio fue eliminado en la tercera ronda, pero de todos modos fue el argentino que llegó más lejos en esa edición del prestigioso torneo.
En 2000 alcanzó las semifinales del ATP de Santiago y del Masters Serie de Montecarlo. Ese año también fue campeón del Challenger de Braunschweig, hizo final en Stuttgart –perdió con Franco Squillari– y semifinales en Gstaad. Muchos comenzaron a mirarlo con detenimiento: su nivel técnico era espectacularmente brillante y asombraban sus declaraciones sin guión y fuera de todo lo que se supone “políticamente correcto”. Su físico, sumamente trabajado, comenzó también a capturar las miradas de las mujeres que asistían a los torneos. Su metro setenta y cinco y sus setenta kilos, junto con ese andar desgarbado, cautivaban a la platea femenina a tal punto que una admiradora francesa pasó meses consiguiendo datos de su ídolo para crear una página en Internet.
Lo más destacado de la temporada 2001 fue lo logrado en la Copa Davis: subió con Argentina al Grupo Mundial. En lo personal llegó a la final de Viña del Mar –perdió con Guillermo Coria en aquel primer gran encuentro que marcaría su ríspida relación desde entonces– y a las semifinales de Buenos Aires.
“Yo no soy nadie para darle un consejo a Guillermo Coria, pero desde mi experiencia, después de todo lo mal que lo pasé en Málaga, lo único que le puedo decir es que la vida da revanchas y que siempre da una vuelta más. Eso es lo que me pasó a mí”. G. G.
Los primeros dos títulos de su carrera los consiguió en semanas consecutivas: Barcelona y Mallorca 2002. También fue finalista en Gstaad y semifinalista en Amersfoort y Kitzbuehel. Con Argentina alcanzó las semifinales de la Copa Davis –perdieron en Moscú con Rusia–.
Pero había algo que fallaba. En su ánimo y temperamento las cosas no funcionaban tan bien. Por eso decidió hacer terapia. Lo guiaba la necesidad de poner en orden las prioridades de su vida, fortalecer la confianza en sí mismo y aprender a disfrutar del juego. Y según los resultados obtenidos, allí estuvo la clave: por fin Gastón había aprendido a sonreír en los momentos más difíciles y cuando todo parecía estar en contra. Justamente ahí el tenista se detenía para recordarse que esa cancha, el rival y toda esa gente eran parte de un juego que él había elegido jugar.
Ese año el público argentino tuvo oportunidad de disfrutarlo en sus actuaciones como local en la Copa Davis. Trece triunfos en canchas argentinas lo convirtieron en ídolo e incluso se dio el gusto de regalarle su remera a Diego Maradona, que desde la tribuna lo alentaba.
En marzo de 2003 trepó al puesto N°19 del mundo, su mejor ranking. Arribó a semis en Viña del Mar, Buenos Aires, Masters de Hamburgo y Gstaad. Nuevamente llegó a semifinales de la Copa Davis con su país, pero en esa oportunidad cayó en Málaga frente a España. Esas derrotas le valieron el apodo de “pecho frío” y hasta el presidente de la Asociación Argentina de Tenis, Enrique Morea, dijo: “Así no se puede jugar”.
Fueron momentos duros en los que Gastón pensó en abandonarlo todo y dedicarse a otra cosa. Pero entonces su familia y su entorno formaron un dique de contención y apoyaron al tenista.
Importante papel desempeñó en esos crispados días su entrenador, Franco Davín, que llegó luego de haber sido preparado en sucesivas temporadas por Jorge Gerosi, Javier Frana, Horacio De la Peña, Tony Pena y Martín Jaite. Junto a Gaudio y Davín, el preparador físico Fernando Aguírrez terminó de consolidar “el equipo”.
“Pensé en retirarme setenta millones de veces. A veces sufro tanto en una cancha que desearía irme”, confesó en más de una oportunidad. A principios de 2004 obtuvo el título de dobles de Viña del Mar en pareja con Juan Ignacio Chela.
Todo esto forma parte de su historia… Después llegó la soleada tarde de París del pasado 6 de junio. Ese día cambió todo. Exactamente a las 18.47 Gastón Gaudio hizo realidad su máximo sueño. En una de las finales más apasionantes y “abiertos” de los últimos tiempos, el “Gato” levantó dos match points y derrotó a Guillermo Coria por 0-6, 3-6, 6-4, 6-1 y 8-6. En la primera final grande entre argentinos, imitó, nada menos, que a su maestro de toda la vida, Guillermo Vilas, que le entregó la copa. “Juego al tenis por vos”, le confesó al oído el “Gato” en la ceremonia de premiación del abierto de tenis de Francia. Su premio contante y sonante fue de 860 mil euros, pero hay algo más: Tal como consta en los registros de la ATP hasta la fecha Gaudio lleva ganados 3.552.598 dólares.
Ese fue el final de una breve pero intensa estada en París donde Gaudio, rodeado por Davín y Aguírrez, comenzó por fin el arduo proceso de armarse como campeón.
La rutina fue estricta: cenas en el Hotel California, donde primaba la buena atención y el relax. Franco durmió en su habitación para controlar de cerca al “Gato”, que a veces solía despertarse en la madrugada con ganas de chatear, petición que era inmediatamente denegada. El equipo (Gaudio, Davín y Aguírrez) cumplía estrictamente los horarios: cenaban alrededor de las 21 en el restaurante Plaza Berri, sobre Champs Elysées, y luego a dormir. El desayuno se servía entre las 9 y las 10. Luego a entrenar duro. Solo el backgammon era admitido como vehículo de escape. Otro detalle a tener en cuenta: en la computadora de Gaudio sonaba todo el tiempo la música dance, funk y soul que tanto le gusta, además de una última incorporación: “Me copó la fusión de tango con electrónica, como ‘Bajofondo’”, dijo el campeón.
Según trascendió –por cábala y para no alterar el orden–, Gaudio les pidió a sus familiares que no lo fueran a ver en las finales. “Preferí hacer como en los partidos anteriores, ellos saben que están conmigo en mi corazón”, dijo. Su novia, la modelo Natalia Forchino, que lo había acompañado en Düsseldorf, se volvió a Buenos Aires. Con ella se mantuvo en permanente contacto telefónico hasta su arribo a Buenos Aires.
Sí llegó a París, para la semifinal del viernes, su amigo Martín, una especie de cábala: estuvo presente en los tres títulos del “Gato” (Barcelona y Mallorca 02, y en éste). Durante el torneo, Gaudio también fue seguido por su amigo millonario, el italiano Olindo Giacobelli, un ex piloto de Jaguar de 54 años.
Con Davín, Aguírrez, Martín y don Giacobelli, Gaudio compartió una fiesta privada en el pub L’Avenue. Antes había estado cinco minutos en la embajada Argentina, sobre Avenue Foch, para celebrar el título junto a sus compatriotas.
Y disfrutar parece ser lo que mejor le sale a Gaudio por estos días. Al arribar a Buenos Aires dijo: “Sonreír me ayudó mucho para seguir adelante, para superar el mal momento que pasé en los dos primeros sets, donde Coria me superó claramente. Hasta ese momento yo estaba sufriendo. De ahí en más empecé a disfrutar un poco más de la final”.
El “Gato”, de Temperley a París. De ser número 44 en el ranking mundial a estar entre los diez mejores del mundo.
El “Gato” que aprendió a reírse para conjurar los miedos.